«No vemos las cosas como son, sino como somos.»
Un antiguo cuento sufí ilustra esta enseñanza.
Un viejo maestro se encontraba sentado a la puerta de entrada de un pueblo en medio del desierto. Se le acercó un viajero cansado y le preguntó: «Me he ido de mi pueblo y estoy buscando dónde establecerme. Dime, anciano, cómo son las gentes de este pueblo?»
El anciano lo miró y le respondió con otra pregunta : «Cómo era la gente en el pueblo de donde vienes?»
El viajero contestó: «Eran haraganes, egoístas y mentirosos.»
«Pues sabe que hallarás aquí el mismo tipo de personas.»
El viajero se alejó, cabizbajo. A la semana siguiente, llega un nuevo viajero, también agotado por su larga travesía en el desierto.
«Dime anciano, la paz sea contigo; he debico abandonar mi pueblo y ando buscando un nuevo lugar para establecerme.»
«Dime, hijo, cómo era la gente del pueblo de donde vienes?»
«Eran amables, generosos y trabajadores. Cuánto lamento haberm tenido que ir!»
«Pues sabe que encontrarás aquí el mismo tipo de personas.»