“El ser humano es la especie más insensata; venera a un Dios invisible y masacra una Naturaleza visible, sin saber que esta Naturaleza que él masacra es ese Dios invisible que él venera.” (Hubert Reeves, 1932-2023. Astrofísico y divulgador científico canadiense.)
Entendemos por acciones insensatas aquellas que no tienen sentido y hasta son contradictorias. Los humanos damos muestras permanentes de insensatez, por conductas irreflexivas e inmaduras, poco racionales e inclusive hasta absurdas.
Los ejemplos más contundentes son las guerras de conquista o religiosas y la destrucción progresiva de su propio habitat, la Tierra.
Me voy a dedicar a analizar esta última:
En la Antigüedad, griegos y romanos veneraron a la Naturaleza, representándola mediante una Diosa nominal con figura humana. Así surgieron Deméter o Ceres; Artemisa o Diana, Cloris o Flora; Gea o Tellus, entre otras, que representaban diferentes aspectos de la Naturaleza en la Grecia clásica y en el Imperio Romano, respectivamente.
En todo el mundo y desde épocas inmemoriales diversos pueblos practicaban el paganismo como creencia en los poderes místicos de la naturaleza y el respeto por todas las formas de vida.
Eran considerados panteístas por honrar a “TODA la NATURALEZA y ver a DIOS en TODO”
Giordano Bruno, a fines del siglo XVI, inicia el concepto del panteísmo moderno, apareciendo luego otras voces como la de Baruj Espinosa, que negaba a Dios como Creador separado de la Naturaleza, considerando que Dios ERA la Naturaleza misma. Espinosa, el más eminente y radical ejemplo del panteísmo occidental, respaldó la creencia de que Naturaleza-Dios es la única esencia existente.
Como tantos otros científicos relevantes en la historia de Occidente, Albert Einstein también descreía de un dios antropomorfo, personal o individual. De hecho, el panteísmo rechaza las creencias en dioses antropomórficos.
La destrucción de la Naturaleza Sagrada viene ocurriendo en los últimos siglos, especialmente desde los comienzos de la Era Industrial, a mediados del siglo XVIII. Tanto el ambiente terrestre como el marino han sufrido pérdidas ingentes por la insensatez de la acción humana. La deforestación y los grandes incendios destruyen los bosques y el hábitat de numerosas especies animales. Los cultivos intensivos desecan las zonas húmedas, la invasión urbanística y la contaminación mata los manglares, las praderas se vuelven desiertos y los hielos antárticos desaparecen a causa del cambio climático, con las siguientes consecuencias confirmadas por los especialistas :
En menos de 30 años se ha duplicado la superficie urbanizada en el planeta. La mitad de los bosques tropicales originales han desaparecido. Más del 50% de las zonas húmedas del planeta se han evaporado. El cambio climático, la contaminación y la pesca destructiva han acabado con la mitad de los arrecifes de coral del planeta.
A su vez, la mayoría de las actividades que realiza la especie humana tiene un impacto en los ecosistemas, algunas con efectos irreversibles sobre el medio ambiente, como la contaminación del entorno, la extinción de especies y el agotamiento de los recursos naturales, provocando una aceleración alarmante de la desaparición de especies animales y vegetales.
Un informe de referencia de Naciones Unidas sostiene que los científicos están convencidos en un 95% de que la actividad humana es la «causa dominante»del calentamiento global desde 1950. En él se afirma claramente que muchos de los cambios observados en el sistema climático «no tienen precedentes” en la historia de la humanidad.
No hay dudas de que los humanos utilizamos todos los recursos que brinda la naturaleza, sin pensar en sus consecuencias, destruyendo nuestra preciosísima morada.
Dios-Naturaleza sufre porque Lo estamos lastimado; muy herido llora, y sus lágrimas se expresan como lluvia ácida, por la gran insensatez humana. (Jorge)
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La Realidad-Dios, en su misterio, tiene dos aspectos: uno visible y uno invisible. O dicho con más precisión, un aspecto perceptible por los sentidos, y un aspecto no perceptible por los sentidos.
Muchas tradiciones espirituales y religiosas privilegian la realidad no visible sobre la visible, despreciando esta última o incluso calificándola de pecaminosa.
Esta concepción es la que después valida como lícita la explotación indiscriminada de la realidad visible.
“A la Naturaleza hay que torturarla para obligarle a revelar sus secretos.” (Francis Bacon, Inglaterra, 1561-1626, autor del Novum Organum)
Pero la Sabiduría Esencial nos dice que ambas son aspectos de lo Divino, como bien lo simboliza la pareja Shiva-Shakti del hinduismo, o el Cantar de los Cantares, o el matrimonio sagrado de los Alquimistas.
Pues, en cuanto a su ser, qué diferencia hay entre la Naturaleza visible y el Dios invisible?
Son los dos aspectios complementarios de lo mismo, pues el Dios invisible (El SER, la EXISTENCIA) ha elegido manifestarse y presentarse en infinitos modos y para eso ha creado infinitos seres vivos con sus infinitos diferentes órganos de percepción.
A la especie humana nos ha dotado de cinco sentidos y la razón discriminatoria que organizan el ser en objetos separados con cualidades: formas, colores, sonidos, aromas, sensaciones táctiles, sabores
No hay diferencia en su ser entre lo visible y lo invisible, entre lo perceptible y lo imperceptible.
Despreciar lo material es despreciar el regalo de Dios.
“La forma es vacuidad, y la vacuidad también es forma. La vacuidad no es otra que la forma, la forma no es otra que la vacuidad.” (Buddha, India, s. VI. a.C.) (Ana)
Cómo relacionarías la cita de Reeves con esta frase de Buddha: «La vacuidad no es otra que la forma, la forma no es otra que la vacuidad.”?
IMAGEN: Deforestación de la selva amazónica.