IMAGEN: LUCA, el primer ser vivo que habitó el planeta Tierra.
En década de 1920, las hipótesis de Oparin y Haldane plantearon que el primer paso en el origen de la vida fue la síntesis de moléculas orgánicas en la atmósfera primitiva, utilizando como energía la luz ultravioleta del sol. Las 4 moléculas esenciales o bioelementos primarios: el carbono (C), el hidrógeno (H), el oxígeno (O) y el nitrógeno (N) (CHON) se acumularían en lagos o mares poco profundos uniéndose por azar para dar lugar a la “sopa primordial,” la base para sintetizar moléculas más complejas que facilitarían la aparición de la vida unicelular.
En biología aprendimos que, a partir de esta unión totalmente azarosa, se desarrollaron los primeros seres vivientes hasta finalizar en un sistema tan complejo y misterioso como es el ser humano.
Hay otra teoría bastante factible como la panspermia, que sostiene que la vida se generó en el espacio exterior, desde donde, viajando entre planetas y transportados por meteoritos o cometas, se depositaron en la tierra los gérmenes de seres organizados (posiblemente virus, bacterias u otros microorganismos).
Los científicos estiman que la tierra tiene aproximadamente 4.600 millones de años y los restos de vida más antiguos que se encontraron probablemente tengan 3800 millones de años; se puede inferir entonces que se tardó en el planeta Tierra alrededor de 700 millones de años para que apareciera el primer ser viviente (la bacteria LUCA).
Es difícil creer que, por “pura suerte”, decenas de parámetros se hayan alineado perfectamente para que en el planeta Tierra se desarrollara una vida muy primitiva y que a partir de allí se lograra evolucionar y alcanzar un escalón tan avanzado como un ser humano capaz de razonar y tener conciencia.
Se ha calculado que las probabilidades de que esta situación ocurra donde todos los parámetros conocidos estén puestos en las condiciones correctas, es similar a lanzar una moneda al aire con la certeza de que caerá un solo lado de la moneda 1,000,000,000,000,000,000 veces consecutivamente. Realmente muy poco probable, mejor dicho, imposible.
Además, qué sea la conciencia del ser humano que parece tener sólo 200 millones de años de antigüedad es difícil de explicar. Es prácticamente imposible que la tengamos solamente por la evolución de las especies por azar (teoría de la selección natural de Darwin, o por características de adaptación ambiental y heredadas (teoría de Lamarck).
A la pregunta específica de este capítulo, acerca de cómo se forma la conciencia: según las neurociencias, la conciencia individual es un comportamiento controlado del cerebro, más exactamente de su corteza, siendo consecuencia de complejos mecanismos físicos, químicos y bioeléctricos que se producen en su red neuronal, con lo cual la mente permite reconocer la propia existencia.
La hipótesis del “emergentismo” sostiene que la conciencia es una propiedad emergente que surge de sistemas complejos donde las neuronas se organizan de tal manera que producen conciencia.
Otras posibilidades las plantea el creacionismo, teoría bíblica que no debería ser interpretada literalmente.
Será tal vez que la materia inconsciente tiene la capacidad de experimentar algún grado de conciencia, como sostiene el panpsiquismo?
Debe haber algo más!
Es difícil aceptar que algo inerte pueda crear conciencia. Algo tan elevado en la evolución, como la presencia de la conciencia individual debe haber sido creado por una superconciencia trascendente y eterna.
Posiblemente el cerebro, tal como lo conocemos, sea sólo el receptor y transmisor de una Conciencia Universal. No podemos más que sospechar, al igual que Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, Albert Einstein, Fred Hoyle y muchos otros científicos, la presencia de un super intelecto, una inteligencia cósmica creadora y guía que sigue interconectada con nuestras conciencias. (Jorge)
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Para acercarnos a un intento de respuesta a esta pregunta, debemos en primer lugar intentar definir sus términos, para ponernos de acuerdo acerca de qué estamos hablando, evitando malentendidos que sólo engendran confusión y disenso.
Tomemos entonces, en primer lugar, el vocablo “materia”.
En Occidente, la Ciencia denomina “materia” (etimológicamente, “madre” de todas las cosas) al elemento universal constitutivo de todos los objetos espaciales tridimensionales (que ocupan ancho, largo y alto). Originalmente considerada por Demócrito como constituida de elementos últimos indivisibles que bautizó “átomos” (“átomo”: “lo que no se puede cortar”), hoy en día la Física Cuántica la considera formada principalmente de vacío en el que “nadan” algunas partículas que aparecen y desaparecen.
La Ciencia Occidental ha considerado tradicionalmente que la materia es desprovista de vida, o sea, inerte, y además inconsciente, o sea, desprovista de conciencia. Surgiendo por azar en un universo físico regido por lo demás por rígidas leyes determinísticas -contradicción que pasa en general inadvertida-, aparece la vida, surgiendo de la materia organizada de manera compleja. La vida trae aparejada la percepción. Luego, en formas de vida más complejas, a la percepción se le agrega la autopercepción, a la que se denomina “conciencia”.
La conciencia en el ser humano puede dividirse en tres etapas: la autopercepción de sí mismo como un yo psicofísico separado (Avidya o ignorancia básica según la filosofía de la India), la auto percepción de Sí mismo como presencia, y finalmente la autopercepción de Sí mismo como parte holográfica de la Conciencia Universal (“Iluminación”, samadhi, nirvana o faná).
Según el cientificismo imperante en Occidente desde el siglo XVI hasta el siglo pasado -hoy en retroceso-, la materia sería lo primario y la conciencia lo secundario.
De esta forma, la conciencia sería un subproducto de la materia organizada en forma “compleja”, ejemplarmente en el cerebro, que “secretaría” conciencia de igual modo que la tiroides secreta, por ejemplo, la hormona tiroxina.
“Sabemos que el cerebro produce conciencia, pero no sabemos cómo” (John Seatle, EEUU, 1932).
Como consecuencia inevitable de esta concepción, surge la creencia de que, una vez muerto el cerebro, desaparece la conciencia.
Aquí aparece necesariamente la pregunta: puede algo inconsciente producir conciencia?
A mi entender, la respuesta es “no”, pues cómo podría algo inconsciente tan sólo siquiera imaginar la conciencia? En el esquema aristotélico de las cuatro causas que intervienen siempre en la construcción de un efecto, nos estaría faltando la causa final, el telos, la flecha que nos va dirigiendo hacia la consecución de un determinado fin, que tiene que estar en el horizonte. Y ya que hablamos del enfoque aristotélico, nos estaría faltando también la causa eficiente, o sea el agente que produce o dirige el cambio. Quién o qué provoca el surgimiento de la conciencia?
Desde la perspectiva materialista, nos quedan dos opciones; o la materia ya era consciente, o intervino un agente exterior a la materia. 1
Cuál de estas dos opciones elegirán nuestros amigos materialistas? Cualquiera de ellas que elijan implicará una contradicción interna del paradigma que considera a la materia inerte e inconsciente.
No hace falta ninguna creencia, dogma o fe ciega para ver que el Universo está perfundido de una Conciencia, Inteligencia o Alma Cósmica que todo lo crea, organiza y dirige. Tan sólo observar reflexivamente la realidad que nos rodea y que somos. Y esta constatación es salvífica, en el sentido que nos libera del miedo y de la angustia existencial. (Ana)
1 A nivel de nota de color, el materialismo soviético de la primera etapa, atribuía a la materia las cualidades de eterna, omnipresente y generadora de vida…. Curioso, no?
Cómo lo ves vos? Algo inconsciente puede producir conciencia?