Dios Adentro Dios Afuera

En el mercado y en la mezquita, sólo a Dios vi.
En el valle y en la montaña, sólo a Dios vi.

Lo he visto detrás de mí en las horas de tribulación;
y en los días del favor y la fortuna,
sólo a Dios vi.

En la oración y en el ayuno, en la contemplación y en la alabanza,
y en la religión del profeta, sólo a Dios vi.

No vi alma ni cuerpo, accidente ni substancia,
causas ni cualidades, sólo a Dios vi.

Abrí mis ojos, y gracias a la luz de Su rostro, que me circundaba,
descubrí en todas las miradas al Amado,
y sólo a Dios vi.

Me derretí en su fuego, como vela a la luz de la llama,
y entre sus oscilantes resplandores, sólo a Dios vi.
Me vi a mí mismo, con mis propios ojos, claramente;
pero cuando comencé a mirar con los ojos de Dios,
sólo a Dios vi.

Y me desvanecí en la nada, me derretí,
y he aquí que yo era el Todo-viviente,
y sólo a Dios vi.

(Baba Kuhi de Shiraz, Persia, 948 – 1037 )

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