«Toda aparición y desparición presupone un cambio respecto a un trasfondo que no cambia.» (Nisargadatta Maharaj, India,1897-1981)
Muchas veces he oído a muchas personas quejarse con angustia del cambio que sufren todas las cosas de este mundo. Las edades de la vida se suceden, los seres queridos aparecen y desaparecen, las situaciones felices son reemplazadas por otras tristes y viceversa. La impermanencia de todas las cosas manifestadas suele sumergir en el desaliento a muchas almas sensibles. «Esto también pasará»
Sin embargo, como sucede tantas veces en Sabiduría Esencial, la impermanencia de los objetos, personas y situaciones, si lo consideramos con atención, es un dedo que nos está señalando hacia más allá de sí misma.
En efecto, como ya lo dijo Albert Einstein, cualquier movimiento sólo puede ser percibido como tal desde un punto considerado fijo respecto a este movimiento. De igual modo, para poder percibir el cambio fuera nuestro, debemos nosotros mismos ser algo que no cambia. Lo pensaste alguna vez?
Nuestro propio yo , nuestro YO real, es el fondo permanante desde el cual registramos los cambios de todas las cosas. Y no se trata de nuestra personalidad psico-física, pues ella también, con su variables estados físicos, químicos, emocionales y conductuales, es una película móvil que se desarrolla sobre la pantalla inmóvil de nuestra conciencia.
Nuestro verdadero yo es el Observador incólume, imperturbable de todo los avatares de nuestra vida, incluyendo nuestras sensaciones e imaginaciones.
Qué consecuencias metafísicas te parece que trae esta afirmación? nombra por lo menos dos. Concuerdas con ella?