«Un zoológico es a la Naturaleza como una Iglesia (Mezquita, Sinagoga) es a Dios.» (Beverly Fontaine, EEUU,
Hasta no hace mucho,solíamos poner animales salvajes, por ejemplo elefantes, en nuestros zoológicos para conocerlos y estudiarlos. Pero, además de la crueldad que eso implica, ni siquiera cumplíamos el objetivo deseado. Porque para conocer realmente a un elefante, hay que estudiarlo en su habitat natural.
Del mismo modo, no se puede encerrar a Dios en un edificio, sea cual fuere.
Allí sólo puede vivir un Dios domesticado, hecho a nuestra imagen y semejanza, parcializado para que sirva a nuestros fines. Dios es mucho más grande que lo que pueda caber en un Templo, sea de la religión que fuera.
El Dios Verdadero es infinita, desmesuradamente, más grande que nosotros, y por eso de ninguna manera podremos domesticarlo. Del mismo modo que el elefante del Zoológico es apenas una desleída imagen del elefante real, en su hábitat natural. Del mismo modo el dios a medida del ser humano que hemos hecho habitar en los templos.
Según el teólogo Rudolf Otto, el mysterium tremens de Dios como objeto nos inspira pavor, temor y temblor. Pero hay una salida; el buscar a Dios como Sujeto en el Encuentro, en la relación dialógica con el gran Tú que nos señala Martin Buber.
Cómo lo ves tú?
De chico, recuerdo haber visitado varios zoológicos y siempre me quedaba con una sensación de poca cosa, de no haber visto a los animales tal cual son. Era como haber abierto las páginas de un herbario, donde se podía apreciar lo que fue una planta convertida en un yuyo seco. Recuerdo, hace pocos años, haber caminado por un bosque y súbitamente toparme con un ciervo, nos miramos, apenas giré para que lo viera mi compañero y al volver la vista había desaparecido, sin siquiera hacer ruido, prácticamente se esfumó! Esta experiencia quedará para siempre en mi corazón, como un regalo para toda la vida.
También he tenido la suerte de conocer muchos templos de distintas religiones, verdaderos monumentos creados por la imaginación humana, que maravillan y dejan sin aliento al visitante, pero tampoco allí encontré a Dios específicamente, muy por el contrario, cuando cobran la entrada, asumen la categoría de museos. Eso sí, podría decir que si, que he visto a Dios en la cara del creyente, entregándose en oración y fe. Yo creo en el creyente, aunque no comparta su religión. Creo en aquel que percibe que hay otra cosa mas allá de este plano, que no todo termina aquí.
Claro, nada que ver con los ciervos del zoológico, agolpandose tras la reja para mendigar una galletita…
Muy buena la comparación con el herbario.
Y muy oportuna tu aclaración de que Dios igual está en el rostro del creyente.
Abrazo álmico!
Mientras iba leyendo pensé en el Ser Humano, que es atravezado por una educaciòn la cual no apunta a lo que la palabra significa etimologicamente: e-ducere, es decir, sacar fuera lo de dentro, desarrollar. Y es » encerrado» , » domesticado» en diferentes tipos de instituciones que responden al paradigma imperante, donde se pierde contacto con la naturaleza, el tiempo cíclico y los distintos reinos que nos habitan y son reprimidos, entre ellos el reino animal, los cuales son estadíos que la autoconsciencia necesita asimilar gradualmente para entrar en lo que se ha llamado simbolicamente el Reino de Dios.
Lamentablemente, la mayoría de las veces la educación sería «inducción», meter de afuera hacia adentro 🙂
Muy interesante tu acotación del paso del reino animal al Reino de Dios. Pero la humanidad está en plenos dolores de parto…