La Física Cuántica demuestra hoy lo que los Maestros espirituales vienen diciendo hace milenios: la causa del Universo material es inmaterial y consciente. El Universo es producto de la Conciencia. Cómo es eso?
La Conciencia hace colapsar los electrones (hacerlos pasar de ondas de probabilidad a corpúsculos materiales) por su sola presencia.
Cuanto más evolucionada (más consciente de sí misma) sea la conciencia, mayor será la cantidad de electrones que es capaz de colapsar.
La Conciencia Universal será por lo tanto la máxima «productora de colapsos de electrones», generando el Universo material y manteniéndolo ordenado. (Ana Jachimowicz, Argentina, 1950)
Es evidente que estamos sujetos a discernir una ética en correspondencia con la posesión de una conciencia relativa ante un universo de misterio. No podemos ir más allá del límite de nuestro conocimiento ni engañarnos con imaginaciones. Debemos poner la ética junto a la realidad, entonces seremos el mejor hombre, entendiendo el respeto al otro y su intimidad. Al respecto ya hay una historia sucedida y acumulada entre los hombres que nos permite asumir la aventura de nuestra conciencia ante el universo que ella observa. Hay una nueva comprensión de la física al proponer un mundo en continua transformación, con reorganización irreversible y eterna de la materia. Sin embargo esta posición es un paliativo a nuestra afligida condición y no desplaza la angustia porque la pregunta sobre el sentido de la vida no cesa. ¿Y la conciencia? Ella forma parte de esta irreversibilidad, con sus miedos, incertidumbres y angustias. Es hasta donde podemos llegar, al límite del dolor y la incomprensión de nuestro sentido de conciencia. El hombre material y su conciencia fenomenológica son naturaleza, no son diferentes, pero el acto cualitativo de adjetivar al universo y autoreferenciarse hace que esa alianza entre hombre y naturaleza se halle rota por el infortunio de saber del tiempo y de la muerte. De no poder acceder al contenido de las palabras “origen”, “fin” y “nada”. Aquí es inevitable el divorcio entre la existencia humana y el sentido de su conciencia.
«Es evidente que estamos sujetos a discernir una ética en correspondencia con la posesión de una conciencia relativa ante un universo de misterio.»
Efectivamente, la ética surge por la necesidad de legislar las relaciones entre los egos personales psico-físicos, o sea, las conciencias relativas. Para ellas, el Universo es un misterio, pues su existencia cae fuera del alcance de su comprensión.
«No podemos ir más allá del límite de nuestro conocimiento ni engañarnos con imaginaciones.»
Así es, en el mundo del conocimiento objetual, que por definición sólo se ocupa de objetos, o sea parcialidades que aparecen a mi conciencia.
«Debemos poner la ética junto a la realidad, entonces seremos el mejor hombre, entendiendo el respeto al otro y su intimidad.»
Y yo redoblaría la apuesta: ser mejores seres humanos amando al otro y a todo.
«Al respecto ya hay una historia sucedida y acumulada entre los hombres que nos permite asumir la aventura de nuestra conciencia ante el universo que ella observa.»
De acuerdo.
«Hay una nueva comprensión de la física al proponer un mundo en continua transformación, con reorganización irreversible y eterna de la materia.»
Entiendo que por irreversible te referís al tiempo unidireccional? Esta irreversibilidad es la regla de juego que nos han puesto en esta dimensión.
«Sin embargo, esta posición es un paliativo a nuestra afligida condición y no desplaza la angustia porque la pregunta sobre el sentido de la vida no cesa.»
Coincido. El ser humano, para ser feliz, necesita encontrarle un sentido a su vida.»
«¿Y la conciencia? Ella forma parte de esta irreversibilidad, con sus miedos, incertidumbres y angustias.»
La conciencia relativa, del ser humano psico-físico, que se cree separada, tiene miedos, incertidumbres y angustias. La Conciencia Única Universal, de la que formamos parte, no.
«Es hasta donde podemos llegar, al límite del dolor y la incomprensión de nuestro sentido de conciencia. El hombre material y su conciencia fenomenológica son naturaleza, no son diferentes, pero el acto cualitativo de adjetivar al universo y autoreferenciarse hace que esa alianza entre hombre y naturaleza se halle rota por el infortunio de saber del tiempo y de la muerte.»
Justamente ese infortunio fue el que me impulsó a la búsqueda de respuestas acerca de la verdadera realidad. El sufrimiento ocurre porque lo que somos realmente no está sujeto al tiempo ni a la muerte, y por eso no puede aceptar esas determinaciones que Occidente le quiere imponer.
«De no poder acceder al contenido de las palabras “origen”, “fin” y “nada”. Aquí es inevitable el divorcio entre la existencia humana y el sentido de su conciencia.»
Pero este divorcio se puede superar mediante el ‘matrimonio sagrado’ de los alquímicos. 🙂
Gracias Jorge por tanta motivadora indagación existencial.
Se había llegado a la conclusión que el individuo tenía inserto con la razón un mundo de bienestar. Sin embargo esta postura no le quitó al hombre la angustia por su destino final. Sometido al tiempo y a la muerte, la pretendida estabilidad y el futuro ya determinado no fue lo que avizoró la ciencia física que sobrevendría. La probabilidad encausada desde la termodinámica llevó a Ilya Prigogine (1917-2003) a legislar sobre el cambio permanente de los sistemas de tercer estado, al cual pertenecemos los seres humanos. Por eso cuando avanza sobre la “física espiritual” lo hace en nombre de comprender la transformación de todo el universo. En ella se encontraría el bienestar emocional. Ninguna de estas posturas retira al hombre de seguir preguntándose por el sentido existencial. Es simple entender aquí que el libre albedrío sigue siendo una facultad individual del hombre. Y hasta este linde no puede llegar ningún dogma, porque cada conciencia es un acto único y no repetitivo. Imposible de comprender con estadísticas o probabilidades, preserva el libre albedrío en la salud y en la enfermedad. Estamos sometidos a fluctuaciones. A un caos, que aunque tiende a ser determinista, difícilmente pueda predeterminar nuestro comportamiento. El azar es impredicibilidad pero se convierte en uniformidad, como por ejemplo, las partículas de gas en un globo. No hay, en realidad, predeterminación, sino que nos encontramos en una limitación de las gamas posibles de elección.
Gracias querido Jorge por tu aporte, siempre tan motivador y convocante.
«Se había llegado a la conclusión que el individuo tenía inserto con la razón un mundo de bienestar. Sin embargo esta postura no le quitó al hombre la angustia por su destino final.»
Así es en efecto, la razón te puede ofrecer bienestar, pero no respuestas en cuanto a tu lugar en la existencia. Por el simple motivo de que la razón ya se encuentra yecta en la existencia, igual que tú, y por lo tanto no puede dar cuenta de su propia existencia.
Y la caducidad de nuestro cuerpo-mente nos angustia, pero a quién angustia? No a nuestro cuerpo-mente; angustia a nuestro ser real, que SABE que no es caduco y por lo tanto cuando le dicen que lo es, no lo puede aceptar.
Y respecto a la libertad, lo mismo: ni nuestro cuerpo ni nuestra mente son libres. Libre es nuestro ser real, quien utiliza ambas herramientas, el cuerpo y la mente, para ejercer su libertad constitutiva.