En cualquiera de las formas de conocimiento que en Occidente denominamos “Ciencias”, tanto las físicas, químicas, biológicas, geológicas, como las psicológicas, sociológicas, históricas o económicas, decimos que “explicamos” un fenómeno B, cuando lo remitimos a otros fenómenos A, A1, A2, A3, etc., anteriores en el tiempo al fenómeno en cuestión, que lo provocan y que denominamos por lo tanto sus “causas”.
Por ejemplo, si coloco un ánodo y un cátodo en una cubeta de agua y hago pasar una corriente eléctrica, el agua se descompone en sus componentes, liberando Hidrógeno y Oxígeno gaseosos. La causa de dicha descomposición gaseosa será el paso de la corriente eléctrica por el agua.
En otro orden de fenómenos, en el caso de la Ciencia Histórica, puedo determinar que una de las causas del surgimiento del nazismo en Alemania fue la vergüenza y pobreza a que fue sometido el pueblo alemán por el tratado de Versalles.
Sea como sea, en Ciencia, para que un fenómeno A sea considerado “causa” de un fenómeno B, debe ser:
Distinto del fenómeno B
Anterior en el tiempo al fenómeno B
Ser condición necesaria para la aparición del fenómeno B
La secuencia causa-efecto permite predecir acontecimientos futuros. El conocimiento científico requiere del devenir temporal para desarrollarse.
No sucede lo mismo con aquello que denominamos “Espiritualidad”.
Aquí la causa no es diferente del fenómeno a explicar. Hay un solo fenómeno a explicar: la existencia misma del Universo. Y la causa no la podremos buscar en nada fuera del Universo, pues el Universo por definición engloba todo lo existente, material e inmaterial, visible e invisible.
Además, la causa de la existencia de lo existente no se obtendrá por enunciación, sino por inmersión. Sólo sumergiéndonos en nuestro propio Ser “conoceremos” la causa del Ser. Se tratará de un conocimiento intuitivo, inmediato, sin intermediarios ni mediadores. El Ser es lo que somos.
El cambio cualitativo, “conversión” o METANOIA que se produce luego de esta experiencia no consiste en un aumento de información, sino en un autodescubrimiento interno del Ser, cuya vida en este plano comienza a cobrar sentido en el marco de una cosmovisión significante. Y esto me catapulta al “ahora”, que es el lugar donde todo sucede. Nada hay fuera del “ahora”.
La Espiritualidad no “explica” fenómenos, sino que los “implica” -en el sentido que da David Bohm a esta palabra- los integra en una cosmovisión global de existencia. Nada queda afuera.
Sin embargo, no debemos olvidar que devenir temporal y eternidad, así como Ciencia y Espiritualidad, no son excluyentes, sino complementarias e inseparables, como las dos caras de una misma moneda, como la pareja Shiva-Shakti (Conciencia-Naturaleza), como lo Absoluto y lo Relativo(Ana),