«El Amor de Dios no va y viene; no es garantizado a unos y negado a otros. ¿Por qué? Porque es incondicional -está siempre ahí. subyaciendo a todo. Es literalmente la fuerza que mantiene todo en la existencia, el campo gravitacional en el que ‘vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser.'(Actos, 17,28)» (Ilia Delio, EEUU, 1955)
Ilia Delio, una monja franciscana especializada en Neurofarmacología, constituye un hermoso ejemplo de cómo se pueden unir Ciencia y Religión, que no son en absoluto antagónicas, sino complementarias -dos facetas del hermoso diamante de la Verdad.
Aquí compara el Amor de Dios con un campo gravitacional que nos mantiene a todos en existencia y «nos abraza por todos lados» (Hildegarda de Bingen). Rechaza la pusilánime concepción de un Dios que amara a unos y rechazara su amor a otros, y esto no por una mera consideración moral (que también sería lícita, pues cómo se puede concebir a un Dios tan parcial), sino por una consideración científica; la toma de conciencia de la existencia de un «campo» que crea, organiza y sostiene todo en su existencia.
Y no teme la antropomorfización al llamarlo campo «de Amor». Pues es un campo de cohesión universal, manteniendo todo interrelacionado hasta en sus más mínimos detalles. Y si logramos ver una Preocupación Amorosa detrás de ello, nuestra calidad de vida salta de la acedia al entusiasmo, pues tomamos conciencia de estar viviendo en un mundo con sentido.
IMAGEN: Sabrina Squires